Como no estar inmensamente agradecida con Dios por la oportunidad de estos días de amor, familia, y aventura. Lo que me trae hoy a este post, va en sintonía con la oportunidad de reflexión y aprendizaje que representó mi viaje a Londres. Muchas ideas y sentimientos que aún estoy meditando y que al escribirlos van tomando más forma y van calando más en mí.
¿Qué es un buen aprendizaje si no logramos inyectarlo en nuestro cuerpo para poder ser mejores a través de él? es precisamente ese gap entre lo que mi mente aprende y lo que practico el que busco incansablemente cerrar cada día un poco más en mi imperfecta pero feliz vida. Tres casos, tres visiones que quiero compartir:
1. La Reina,
Queen Elizabeth II, y toda su deslumbrante monarquía. ¡Hermosa! los maravillosos caballeros con esos trajes rojos increíbles, impecables; en sus caballos que parecen de cuentos de fantasía. Este país maravilloso, rico de cultura e historia y de sitios inimaginables donde te pierdes entre tanta belleza. Me quedaría corta tratando de describir aquí lo que encontré en esta ciudad sencillamente espectacular.
2. Gente en la calle de cientos de culturas, formas, estilos, idiomas. Como leí por allí, Londres es el mundo en una ciudad. Una de las personas que más queda grabada en mi corazón, es un chico con parálisis de cuerpo y ciertas partes de la cara que se sentó justo en la mesa del frente mientras almorzaba una deliciosa comida italiana cerca de
Trafalgar Square. Este chico andaba con otra persona que era quien le daba de comer y le acompañaba. Yo silenciosamente también los acompañé durante todo el almuerzo porque la verdad es que no pude evitar estar concentrada en ellos durante casi toda la hora.
3. Yo, que como inicié diciendo siento hoy una gratitud inmensa por esta vida llena de amor que tengo, y por las oportunidades de seguirla cada vez disfrutando de muchas formas y con matices llenos de color y variedad que van llenando mis páginas de tantas cosas soñadas. Meditando siempre en esta gratitud, tratando de no perderla de vista, y algunas veces incluso hasta cuestionando el inmerecido derecho de tener esta vida maravillosa.
La Reina, él y yo. No hay forma de explicar realidades tan distintas. No hay forma de explicar que los 7 millardos de personas que hoy existimos en este planeta seamos todos tan diferentes y tengamos situaciones tan distantes. Pero esta vida que nos toca a cada uno, puede ser la mejor del mundo para nosotros, si nuestro corazón está abierto a ver las bendiciones que hay en ella y a ser felices y punto. Sobre el chico con parálisis, podemos pensar que tiene todos los motivos para no sentirse tan afortunado como yo, pero, ¿qué pensar de los millones de personas igual o más graves que están solos en la calle, o abandonados por sus familias en algún lugar frío, sin la oportunidad de pasar un día "normal" en un lindo restaurante en Londres?
Y lo que entonces trato de aprender una vez más -porque es algo que a veces creo que ya sé- es que cada uno de nosotros, únicos y especiales, tenemos todo lo que necesitamos para ser felices porque como dice mi souvenir favorito que me traje del Portobello Market de Notting Hill: "Happiness lies within"
Lo otro que me hizo volar dentro de las inmensidades de mis propios pensamientos y que debatí con maravillosas personas con quienes conversé en mi viaje, es la desapercibida incongruencia en la que muchas veces vivimos en nuestras sociedades. Reyes y reinas que no dejan de deleitar nuestros ojos, a quienes se les rinde culto sin igual; me dejan un gran sabor a vacío en el corazón. En Inglaterra, el líder religioso es hoy día la Reina, y su
religión está centrada en Jesucristo. Vale la pena recordar que Jesús fue un hombre humilde hasta los tuétanos, que vivió sin la más mínima ostentación, que nació en un pesebre, que murió en una cruz, y cuya única corona fue de espinas... no puedo dejar de preguntarme, ¿cómo estos reyes ejemplifican lo que Cristo predicó? Estamos muchas veces tan deslumbrados por los preconceptos de este mundo que dejamos de ver lo más obvio. Esta abismal incoherencia que se refleja en esto, es la misma incongruencia de la que está llena nuestra propia existencia, porque somos presos del mundo y a veces hasta esclavos de nuestra propia inteligencia. Me declaro una prisionera más, pero al menos una con ganas de romper con los lazos que me atan.
De verdad, que podría seguir escribiendo por horas sobre tantas cosas que traje en mi mente y mi corazón, pero aquí cierro por ahora, agradecida de que hayas pasado por acá.
¡Un abrazo!
Ruly
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