Muy poco escuchamos que se hable de empequeñecer. Y oyendo ayer a un padre hablar me parecía fascinante lo que nos planteaba y me parecía hasta un poco descabellado que hace poco más de una semana estábamos celebrando el nacimiento del hombre más humilde del mundo y ya de pronto se me empezaban a enfriar sus enseñanzas.
A veces me lleno tanto de mí misma, mis planes, proyectos, mis expectativas que no dejo espacio para más. Necesito sacar un poco de eso y dejar que entre más en mí Dios y sus planes que siempre han sido los mejores. Y no se trata de ser mediocre o no fijarme metas para el año, en mi caso siento que es más un tema de preguntarme si esas cosas tras las que estoy yendo son las más relevantes desde la perspectiva de Dios. Y también estar alerta en el camino para no perder el foco en medio de las tareas sino dirigir siempre la mirada al objetivo... En mi caso no quiero más que vivir en amor. Suena muy sencillo pero sabemos que no lo es. Que el mundo cada día entre pequeños y grandes retos nos mueve a reaccionar mal, a no agotar nuestra energía porque las cosas salgan bien, a juzgar a quien tenemos cerca, a querer más de cosas que no necesitamos, a sentir ansiedad, rabia, frustración. Y con cada puesta del sol toca retomar propósitos, perdonar (a otros o a nosotros) y seguir intentando.
Este año sentí que lo correcto para mi no era una lista de metas y to-do's... Más bien escribí una pequeña reflexión y un único propósito o práctica que quiero hacer diariamente 365 veces. Lo tenía pensado y con ganas de documentarlo pero no me había animado, pero gracias a mi planner de Heidi Swapp me animé a registrarlo en este caso para mí misma. Para mantenerlo cerca y presente.
¿Y tú? ¿Haces o escribes algo sobre tu nuevo año? Me encantará leer cualquier comentario.
Un abrazo,
Ruly
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